sábado, 10 de mayo de 2008

Comentarios iniciales/Tiempo de la imagen

¿Cómo puede la imagen habitar un espacio público, cómo puede ser el museo su morada?

El tiempo del museo es el pasado. Su programa consiste en acumular, archivar y exhibir lo archivado. Sus mecanismos de exhibición (incluso en los museos de arte contemporáneo) funcionan siempre en pretérito. El objetivo de estos mecanismos es convertirlo todo en documento (o en patrimonio, que es lo mismo). Por eso es difícil hacer coincidir los problemas de la creación con las salas museísticas. Lo más creador que hay en un museo es, en última instancia, el museo mismo. En cambio, el tiempo de la imagen es el presente. Su naturaleza se parece a la de la araña o a la del cangrejo, como quizás diría José Lezama Lima. La araña se pasa la vida tejiendo una sola tela. El cangrejo siempre está como a la espera de la misma ola.

Pero si el tiempo del museo es el pasado, su espacio tiene que ser una suerte de cámara retórica de “discursos segundos” (de crítica, de historiografía, de arqueología), es decir, de comentarios. En cambio, si el tiempo de la imagen es el presente, su espacio quizás sea una tela de araña o un hueco de cangrejo en la arena. La tela es tan frágil como el agujero en la arena, pero siempre la araña y el cangrejo tejen y cavan como si continuamente construyeran sus moradas por primera vez. Así, creo, es el ámbito de la imagen: una cosa única que se destruye y se reconstruye en un infinito eónico de eterno presente.

Y regreso a la pregunta inicial: ¿cómo puede la imagen, cuyo ámbito es un agujero de cangrejo y cuyo tiempo es el presente, habitar el espacio museístico que se gesta en el territorio del documento y exige la acción de una temporalidad pretérita? ¿Puede el museo, elefante blanco, convertirse en araña?

José Luis Omaña